Industria editorial

Elena Medel, editora de La Bella Varsovia: "Basta ya de decir que la poesía no vende ni se lee"

El pequeño sello, que Anagrama compró hace un año, apuesta en su catálogo por las jóvenes poetas y una mayor presencia en Latinoamérica

Medel

Medel / Laura C. Vela

Elena Hevia

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Hace un año sucedió algo insólito en el panorama editorial español: una editorial de maneras independientes –aunque pertenezca a un poderoso grupo italiano- como Anagrama decidió apostar por la poesía, categoría que apenas ha tenido hueco en su catálogo y comprar el sello La Bella Varsovia que hace 17 años fundó la entonces jovencísima poeta Elena Medel y que desde entonces ha dado a conocer a buena parte de la mejor poesía que hoy se escribe en castellano. El sello madre Anagrama justificó la compra mencionando afinidades con la línea editorial del pequeño sello, lo que, en definitiva, suponía mantener a la editora al frente de su proyecto.

Hoy Medel, que como autora también forma parte del catálogo de Anagrama, define aquel cambio como una especie de transformarlo todo para que todo siga igual. “La línea editorial y nuestras apuestas son las mismas –explica-, lo que sí ha cambiado es la estructura. Antes se trataba de una editorial prácticamente unipersonal y ahora cuento con todo un andamiaje comercial y de marketing que me permite centrarme en la lectura de los manuscritos y en el trabajo de edición de los textos. Contemplo pasar de unos 10 títulos al año a 15”.

Diálogo de ida y vuelta

La compra del sello llegó para Medel en un momento providencial que desencallaba las entonces nulas posibilidades de crecimiento tanto en títulos como en formatos digitales, ampliando horizontes.  “Me interesaba mucho establecer un diálogo con América Latina que pudiera funcionar en ambos sentidos: que nuestros autores puedan leerse allí y que el sello recoja nuevas voces poéticas latinoamericanas”. Este viaje de ida y vuelta quiere llevar al otro lado del Atlántico nombres españoles como María Sánchez, Berta García Faet y Luna Miguel, y en contrapartida impulsar aquí nuevas voces que se unan a los poemarios que están en su catálogo, como los cuatro libros de la argentina de origen bieloruso Natalia Litvinova y en pocos meses el próximo de Andrés Neuman. También se plantea abrirse a las traducciones. Este año lo hará del euskera, con Leire Bilbao, y del gallego, con Alba Cid.

Mucho prestigio y pocos lectores podría ser el lema del devenir editorial de la poesía, que en general mueve cifras de ventas no muy altas en relación con la ficción o el ensayo. “También las cifras de venta de novelas y libros de relatos literarios son más bien discretos si se comparan con los éxitos comerciales –defiende Medel- . El lector de poesía es minoritario pero a la vez muy fiel y además cultiva una especie de militancia incondicional”.

Canales alternativos

Frente a esos lectores, el sector dedicado a la poesía se muestra tan plural como el que más. Ahí están los sellos tradicionales como Lumen o Tusquets y otros independientes pero más establecidos como Pre-Textos o Visor. Frente a ellos se ha producido también en poesía, en los últimos años y con el desarrollo de la tecnología, algo no muy distinto a lo ocurrido en narrativa: el surgimiento de editoriales independientes prácticamente unipersonales, con grandes dificultades para tirar adelante, pero con un gran empuje. Junto a La Bella Varsovia, ahora rescatada, se encuentran también sellos excelentes como La uña rota, Ultramarinos o Kriller 71. “Poco a poco, sostiene Medel, estos sellos se han ido consolidando de la mano de las redes sociales, de festivales, de la escena y el rock, desarrollando una serie de canales alternativos que desmienten aquello que suele repetirse cansinamente de que los libros de poesía no se compran ni se leen. Basta ya”.

El catálogo de Medel ha prestado desde siempre una particular atención a las poetas. Menciona a tres de ellas, menores de 30 años, Sara Torres, Claudia González Caparrós y Irati Iturritza Errea. “No pueden ser más distintas entre sí, pero a las tres les interesa contar, con otras palabras o con silencios, el mundo en el que viven. Y las tres están desarrollando una obra y un proyecto muy firme. Hoy las poetas no escriben como si ocurría antes un libro o dos para irse luego diluyendo, algo que no suele ocurrir como sus compañeros masculinos. Tanto ellos como ellas hoy podrían asumir como propio aquel telegrama que Ferlinghetti le envió a Ginsberg: te saludo al principio de una larga carrera. Eso es un gran cambio”. 

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